Colección de maquetas construídas por Antonio Lara Villodres

Imprenta

Curiosamente, aunque la invención de la tipografía o impresión de caracteres móviles supusiera una gran evolución en el mundo de la cultura escrita, el libro impreso inició su camino volviendo la vista atrás, utilizando como punto de partida los métodos productivos y los parámetros estéticos del códice manuscrito. Así, los primeros libros salidos de las imprentas en la segunda mitad del siglo XV, los conocidos como incunables, temerosos aún de alejarse de los patrones que habían sido utilizados durante siglos en el mundo del libro, utilizaron el mismo tipo de iluminación, tratando de imitar a sus antecesores. A medida que las técnicas fueron madurando, y que el libro impreso encontró su propia forma de expresión, las características formales cambiaron, desarrollaron un nuevo código estético. Se inicia en este momento, durante el siglo XVI, un camino de influencias inverso, siendo en este periodo los agonizantes manuscritos los que tomaron a los libros impresos como patrón a seguir[1].


[1] FERNÁNDEZ, LAURA, Llegada de la imprenta a España, Historia de Iberia Vieja, nº 8, Madrid, 2005.

La Farola de Málaga

Joaquín María de Pery y Guzmán nació a principios de agosto de 1766 en La Coruña. Su padre, Mariano de Pery, fue coronel de los Reales Ejércitos y su madre, Josefa Guzmán, dama perteneciente a una antigua familia vinculada al Santo Oficio de la Inquisición. Siendo muy joven ingresó en el ejército de S.M. en el Regimiento de Milán, donde logró el grado de subteniente de navío.
Contrajo matrimonio con Rita Torres Fier en Málaga, en 1788. Al fallecer su esposa, once años más tarde, tomó nuevas nupcias con Catalina Ravé y Armero, natural de Sevilla, con la que tuvo a Cecilio y a Juan María[1], siendo por aquellos días miembro del Cuerpo de Ingenieros de la Armada, donde cumplió diferentes destinos, entre ellos, el de Málaga en 1790. Al año siguiente, se ocupó de las obras y proyectos del muelle y recinto urbano. Unos años más tarde, siendo capitán de fragata, estalló la Guerra de Independencia, y durante la ocupación francesa de Málaga, Joaquín María mantuvo serena y a la vez activa su beligerancia contra el invasor.
 

En 1816 fue ascendido a capitán de navío, rigiendo por aquellos días el puesto de ingeniero jefe de las obras del Puerto de Málaga. Posteriormente el rey Fernando VII le confirmó en el cargo de ingeniero director. Unos años después, es destinado al arsenal de La Carraca (Cádiz), en el cual, efectuó una labor meritoria, dada las circunstancias por las que pasaba dicho recinto militar, y por la misma, fue ascendido a comandante general. Tras un periodo de máxima eficacia en el desempeño de aquel destino, en 1825 fue ascendido a brigadier de la Marina y obtuvo el distintivo de Caballero de la Orden de San Hermenegildo. Cuatro años después, recibió del Rey una nueva distinción, la de Caballero de la Real y Militar Orden de San Luís. En 1833 fue destinado a Málaga para llevar la dirección del Real Colegio de San Telmo, así como de las obras que se llevaban a cabo en nuestro Puerto. Tres años más tarde, falleció el emérito militar e ingeniero, constructor de nuestra Farola.
La maqueta que se muestra ha sido realizada y donada a la Autoridad portuaria del Puerto de Málaga por don José Emilio Sánchez de Pedro Lázaro.


[1] Cecilio y Manuel María Pery Ravé ingresaron en la Real Compañía de Guardias Marinas

Grúa portuaria

Málaga, a lo largo de sus muchos siglos de historia, fue uno de los puntos más importantes de conexión entre la Península y sus posesiones africanas. Los embarques de tropa y pertrechos de todo tipo, en ocasiones, procedentes de toda la geografía española, bajaban al litoral malagueño con el cometido de embarcarse y cruzar las aguas unas veces para abastecer a dichas ciudades y otras, para defenderla.
 

Para este volumen de hombres y material militar, el Puerto de Málaga fue dotado de diferentes tipos de grúas para este cometido. El modelo que presentamos de grúa, construida en madera, fue extraída de la documentación del histórico Archivo General de Simancas y, según algunos historiadores, fue usada para los embarques y desembarques de piezas de artillería en puertos como el de Málaga hasta el siglo XIX.


 

 

El morro de Levante del Puerto de Málaga

José Valcárcer del Castillo nació en Galapagar (Madrid) el 22 de enero de 1846. Hijo de Aniceto Valcárcel Yebra y Petra del Castillo Ortiz. Cursó sus estudios en su ciudad natal y, más tarde, la carrera en la Escuela de Ingenieros de Caminos de la capital del reino, sita en la calle del Turco, finalizándolos en 1870.
Entre los diversos destinos que ocupó, cabe resaltar el de Málaga, donde, como ingeniero director del Puerto y vocal de la Junta de obras del mismo, ejecutó, dentro del plan de mejoras y ampliación que habían diseñado el ingeniero sevillano Rafael Yagüe Buil del Puerto de Málaga en 1876, un proyecto de reformas de los morros de los diques de abrigo de Levante y Poniente, como consecuencia de los graves deterioros sufridos, en marzo de 1894, por un fuerte temporal. El proyecto fue presentado a la superioridad el 16 de marzo de 1892, con un coste de 107.585,42 pesetas. El 7 de septiembre de 1892 y el 5 de noviembre del siguiente año, fueron aprobados respectivamente los proyectos de modificación de los morros y de los diques, así como de la reforma de los muelles de atraque, presentados por la Junta de obras del Puerto a la Dirección General. 

 
Por aquellas fechas, también el ingeniero director Valcárcel proyectó un colector para que recogiera los desagües de aguas fecales de la ciudad que daban al Puerto, y trazó su desvío hacia el delta del río Guadalmedina.
Junto a otros ingenieros intervino en el plan de ensanche y ampliación del Puerto, con lo que se posibilitaron grandes espacios para la ciudad de Málaga, gracias a una ley promulgada por el gobierno de Madrid a propuesta de Antonio Cánovas del Castillo. En ellos, poco tiempo después, se alzó un bello y original parque, orgullo de todos los malagueños. 



José Valcárcel cultivo la poesía. Su obra más conocida fue Oda al hierro, con la que concursó y obtuvo el primer premio en el certamen de poesía que patrocinó el Ateneo sevillano el 30 de abril de 1889. Contrajo matrimonio con doña María Teresa Iñiguez Garrido, con la que tuvo una numerosa familia. El insigne ingeniero madrileño, diseñador del morro o puntal de Levante y Poniente del puerto de Málaga, falleció en Málaga en 1929, y fue enterrado en el cementerio de San Miguel de esta ciudad.

Grúa de jaula medieval en el Puerto de Málaga en el siglo XVI

El Puerto de Málaga, a lo largo de cientos de años, ha sido fuente de historias y curiosidades. Y hago mención de ello por lo siguiente: un día, admirando la genial lámina con el grabado de la vista de la ciudad de Málaga, obra ejecutada en 1572 por el grabador de planchas J. Hoefnagle, coautor con Franz Braum de la colección de vistas panorámicas de Europa denominada Civitates orbis terrarum, pude observar que en uno de los puntales del primigenio Puerto que se mostraba en dicha estampa, sobresalía un elemento algo extraño. Miré con más detenimiento y alcancé a identificar que dicho dispositivo era una grúa de jaula o también denominada, de sangre.
Los autores, al parecer, desearon aportar a la imagen portuaria del mayor realismo posible, dotándole de uno de sus más relevantes elementos, la grúa. Y es notable su casi invisibilidad, debido a su pequeñísimo tamaño, sólo observable por medio de lentes de aumento.


 
Sin embargo, el dibujante flamenco Antón Van den Wijingaerde, conocido por Antonio de las Viñas, que al igual que el mencionado Hoefnagle, popularizó con su maestría e ingenio una vista de Málaga, no alcanzó a mostrar este original detalle portuario de la grúa. 
La grúa medieval, construida en madera, estaba situada sobre una plataforma, la cual, se componía por un eje horizontal de lado a lado, en el que iba, en uno de los extremos, una jaula o cajón redondo, donde un individuo o dos se introducían y con su esfuerzo al andar por la misma ejercerían la tracción. Al otro extremo, un torno, en el cual, iría la cuerda enrollándose con el movimiento. Este eje iba sostenido por dos robustos puentes. Desde el pie de la plataforma, salía la pluma, igualmente de madera, de la que colgaría la carga.
Estas grúas, aunque rudimentarias, efectuaron su labor con gran acierto a lo largo del tiempo en el que estuvieron en uso. Poco a poco, fueron sustituidas por otras más polivalentes.